Érase una vez en un pueblo de la provincia de Granada llamado Dólar.
En el pueblo vivía una familia que abandonó a sus hijos en una gasolinera,
el niño se llamaba Carlos y la niña Marta, los niños entraron a la gasolinera
para pedir ayuda. El hombre les dijo que los llevaría a su casa con su madre y
los cuidaría muy bien.
Cuando llegaron a la casa de la madre, parecía una mujer muy amable, se
llamaba Antonia. Ella les dio de comer y les enseñó su habitación.
Con el paso de los días los niños notaron que la señora estaba un poco loca y
hacía brujerías.
Un día los niños descubrieron una habitación en la que había restos de huesos
y jaulas, Antonia se dio cuenta y encerró al niño, y a la niña la puso a limpiar la casa.
Antonia alimentaba al niño para que engordara y poder comérselo, mientras la niña
estaba esclavizada. Pasado una
semana Antonia se cansó de que el niño no engordara, porque no sabía que el niño
no se comía la comida y decidió cocinarlo.
Mientras preparaba el fuego la niña empujó a la señora Antonia al fuego provocando
así su muerte.
La niña cogió la llave y liberó a su hermano.Los dos corrieron a la gasolinera y se
encontraron con su padre que se había divorciado de su mujer, el padre les dijo que
se los llevaría y nunca volvería a abandonarlos.
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